viernes, 12 de septiembre de 2014

ESA MALDITA TESIS



He estado desconectada los últimos tiempos de mi nueva etapa bloguera; pero ha sido por una razón de peso. Ha llegado el momento que llevaba esperando mucho, mucho tiempo: estoy escribiendo mi tesis doctoral.


Cuando di la noticia en mi entorno social, todos se alegraron, porque saben los sacrificios, sudores y trabajo que ha conllevado llegar hasta aquí. A pesar de eso, en aquellos amigos y familiares poco cercanos al “mundo” científico pude ver un gesto extraño en los ojos que ya he visto antes, y que se pude traducir como: “No tengo ni idea de lo que me estás hablando, pero me parece bien”. Vamos, que si ya la gente no suele saber qué es una tesis doctoral, el conocimiento no siempre llega por cercanía personal o consanguínea.


Así que, dado que este blog pretende ser divulgativo y sobre ciencia, creo que es muy importante explicar qué es una tesis doctoral y para qué sirve. Al menos así sabréis a lo que nos enfrentamos los jóvenes que decidimos introducirnos en el mundo científico.


Pongámonos en situación: érase una vez una niña que quería ser científica. Estaba muy segura de que quería serlo, aunque si un mayor (definido por persona de más de 20 años y muy alta) le preguntaba por qué, decía algo vago como “descubrir cosas” o “hacer inventos”. Sólo sabía que le gustaba (márquese lo que proceda) los animales, los bichos, las plantas, “La Vida Es Así”, las clases de Conocimiento del Medio, los libros sobre naturaleza, recoger piedras en el río, mirar las estrellas y/o muchas cosas más que otros niños definirían como “cosas raras”; tenía en la cabeza imágenes de laboratorios oscuros llenos de probetas con líquidos brillantes dentro. La niña creció, se hizo adolescente, y dejó de tener Conocimiento del Medio y empezó a tener Biología, Química, Física como asignaturas, y poco a poco aprendió lo que eran las células, las moléculas, los planos inclinados, la refracción de la luz, y cada vez le gustaba más lo que tenía que estudiar. Más que gustarle (a nadie le gusta estudiar en sí), sentía curiosidad y quería saber más que lo que ponía el libro, cosa que otros chicos de su edad definirían como “cosas de empollones”. Así que, cuando le preguntaba una persona mayor (definido por persona de más de 30 años y de altura normal) que qué quería ser de mayor, decía bióloga (insertar aquí chiste sobre Ana Obregón), química, ingeniera, física, por ejemplo. Y cuando uno de esos mayores le preguntaba que para qué servía eso, en qué iba a trabajar después, ella respondía: quiero investigar. Y no le importaba que le dijeran que “eso no tiene salida”, porque quería saber más, y estudiar una de esas carreras era la forma de llegar allí.


Así que lo hizo. Se matriculó en la universidad de turno junto a un montón de gente como ella, y, año tras año, aprendió más. Pero siempre parecía que había más que saber. Todos los años, compañeros dejaban la carrera, agobiados por unos estudios que no parecía llevar a nada de futuro laboral, agobiados por el alto nivel de exigencia de las carreras científicas, agobiados por en torno a 6 u 8 horas diarias de clase entre teóricas y prácticas, agobiados por exámenes parciales, teóricos, prácticos, de 3 o 4 horas de duración, para aprobar raspado porque en una cuenta despejó mal un número después de un perfecto planteamiento de la ecuación. Pero a nuestra niña no le molestaba que se fuera gente: se daba mejor clase con menos alumnos en el aula. Tenía que haber menos competencia, las notas altas eran difíciles de alcanzar y, a estas alturas, ya sabía que de su nota media dependía su futuro: marcaría su acceso a becas y buenos laboratorios donde hacer la tesis. También hizo un máster, y prácticas (gratis) en algún laboratorio de la Universidad, uno que se ajustara al campo que más le gustaba, yendo a trabajar (gratis) después de clase, para tener mejor currículum para hacer la tesis. Aunque, en muchos casos, no sabía todavía muy bien qué era hacer una tesis, o tenía una visión idealizada de ello. Sólo sabe que si quiere dedicarse a la investigación, está obligada a tener una tesis doctoral.


Durante todos esos años, la niña se había ido especializando más y más en un solo campo de conocimiento. Por ejemplo, dentro de la Biología, le gustaba la biología molecular y celular, dentro de la biología molecular y celular, le gustaba lo que tenía que ver con genética; dentro de la genética, la expresión de los genes en una enfermedad. Pero para estudiar eso, tenía que especializarse más: tenía que hacer una tesis. ¿Y qué es una tesis?


Una tesis doctoral es un estudio que se hace a nivel de postgrado, es decir, cuando ya tienes el título de tu carrera, para llegar a tener el máximo grado de estudios que hay: Doctor. Ser doctor no es ser médico. Ser doctor es tener una tesis doctoral. Muchos de los médicos que nos atienden no tienen tesis doctoral, pero en España, tradicionalmente, se les denomina así, mientras que en los países angloparlantes se les llama physicians, o como se diría en español antiguo, físicos (porque tratan la parte física de la persona). Dejando al lado este tema, la tesis es, como he dicho, un estudio. Es una profundización sobre un tema en concreto, tan en concreto que se aísla del resto del conocimiento científico. Por ejemplo, a nuestra niña, que ya tiene 23 años, le interesaba la genética de las enfermedades, así que buscó grupos de investigación en centros que estudiaran enfermedades (cáncer, infarto, Alzheimer, esclerosis múltiple, la que sea) desde un punto de vista genético, y mandaba e-mails a montones con su currículum, o veía en un tablón de la facultad que se buscaba alguien para hacer la tesis en el laboratorio de Fulanito, y le escribía. Si tenía suerte y buenas notas, entraba en un grupo bueno (definiendo como bueno: con dinero y que publiquen artículos en revistas de alto impacto). Si no, pues entraría en otro peor. El caso es que la niña acabaría entrando en un laboratorio para estudiar “El papel de la quinasa MKK6 en enfermedades neurodegenerativas”, por ejemplo. Eso tiene todo que ver con lo que quería estudiar, y nada al mismo tiempo, porque una de las desventajas de la especialización de la ciencia es que a menudo se pierde visión de conjunto.


Pero ya está haciendo la tesis y pide una beca para hacerla, que básicamente es SU SUELDO, si se la conceden.  El trabajo de tesis científica consiste en estudiar todo lo que se conoce sobre un tema concreto, hacer hipótesis sobre un evento observable y  hacer una serie de experimentos para probar si es verdad o no. De la conclusión, sale otra pregunta, se estudia si se sabe algo de ello, se formula otra hipótesis y se comprueba. Y así se puede seguir hasta el infinito, por lo que en algún momento hay que parar. Normalmente se para cuando se termina la beca, o cuando ya no pueden pagarte más, o en casos muy tristes y abundantes, cuando llevas años trabajando gratis y ya no puedes aguantar más la situación. Normalmente, la tesis suele tener una duración inicial de 4 años, y digo inicial porque muchas veces se tardan 5, 6, 7 años en acabar. Empieza a sumar años: la niña cumplirá 30 años y seguirá estudiando. No sé vosotros, pero a mí de pequeña me decían que pobres los que estudiaban Medicina, que se tiraban estudiando hasta los 30. Ja.


La tesis en sí es un trabajo escrito y original, es decir, que escribes una especie de libro sobre algo que has investigado tú y que por tanto no lo sabe nadie; en ese momento eres el mayor experto del mundo en el tema de tu tesis, no sólo por el trabajo, sino porque has leído y estudiado toda la bibliografía relevante sobre el tema (en una tesis suele haber unas 200 referencias bibliográficas). Lo presentas ante un tribunal de varios científicos que leen tu trabajo, te escuchan explicarlo ante una audiencia de compañeros, amigos y familiares (estos últimos no entienden nada de MKK6 o de Angiotensina o de cualquier cosa que cuentes, y se tiran toda la presentación mirando al vacío y su único comentario es lo bien que lo has hecho), y al final, el tribunal te hace preguntas sobre a) cosas que no les han quedado claras, b) hipótesis que puedas tener relacionadas con tus resultados, c) cualquier cosa que se les ocurra; estableciéndose una discusión científica, que puede durar la friolera de 2 horas (de pie, con los nervios de punta y sin comer). A cambio, te dan un título que pone que eres Doctor en Ciencias. Y te emborrachas para celebrarlo.


La tesis, ahora en personal: es tu trabajo particular, es lo que has sido esos años, es tu sufrimiento diario, es tu vocación cumplida, es lo que amas y lo que te trae por la calle de la amargura. Cuando una persona “normal” se va a casa tras trabajar, deja el trabajo en la oficina o en la obra. Cuando un doctorando (persona que hace la tesis doctoral) se va para casa, el trabajo le persigue. Incluye las vacaciones, los findes. Es difícil desconectar de esto, porque es más que un trabajo, es una parte de ti. ¿Os doy una prueba? En inglés, Doctor en Ciencias se llama PhD., philosophiae doctor, que en español es Doctor en Filosofía. Es decir, doctor en el “Amor al saber”, que es lo que significa en griego filosofía. ¿Qué hay más definitorio sobre esa niña desde que decidió que quería ser investigadora que el “amor al saber”? Nada.


Pues así estoy yo. Escribiendo ese trabajo único sobre algo que sólo sabré yo. Esperando compartirlo.


Si queréis verlo gráficamente, visitad este enlace (el original en inglés es de Matt Might, profesor de la Universidad de Utah), que hizo que se me pusieran los pelos de punta la primera vez que lo vi. Vale más una imagen que 1672 palabras.


:) 


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